Un bar con platos castizos, recetas gluten free y precios aptos para todos los bolsillos. Así es LaLina, una marca que ya cuenta con dos locales en las zonas favoritas de los madrileños para salir y tapear: Chueca y La Latina. Y en ambas ha obtenido un éxito envidiable, porque su carta contiene opciones de esas que gustan a todos (bravas, croquetas, ensaladilla rusa y tortilla de patatas) y nos permite compartir mesa tanto con nuestros amigos celíacos como con los veganos. Sí, para ambos grupos va a contar con numerosas propuestas.
El nombre de LaLina es un evidente homenaje a la actriz Lina Morgan, que en su día, fue propietaria del Teatro La Latina. En los bajos de este teatro, abrió el primer restaurante LaLina de la ciudad. El local, de estética sencilla y colores vivos, cuenta con un mural tributo a dos grandes figuras del cine del siglo pasado: Sara Montiel y Lola Flores. Dos mujeres bravas como también lo fue Rocío Jurado, homenajeada en el bar de Chueca. La elección de estos tres iconos ya nos hace intuir cuál es plato estrella de la casa: las patatas bravas.
Los imprescindibles de LaLina
Se dice pronto, pero en LaLina elaboran hasta doce variedades diferentes de patatas bravas. Están las clásicas, con una brava muy gustosa aunque no excesivamente picante; las bravioli (que llevan salsa brava y alioli) y las salchibravas, que añaden salchichas a la receta anterior. Pero si buscas una mezcla que se salga de lo convencional, te recomendamos las de pollo braseado con salsa de curry y mango o las de salmón y salsa tártara; ambas, al incorporar proteína, resultan también platos más completos.
Son un auténtico vicio y, como sabemos que te quedarás con ganas de más, te recomendamos que esperes a que llegue el resto de la comanda al completo. Sus bravioli suelen acompañar algunos de sus platos de carne, como el Cachopo de pollo, una singular versión de este popular plato con filete de pollo frito, jamón ibérico y queso (también tienen el cachopo clásico, con ternera); o la Hamburguesa de buey, que contiene solomillo de buey, lechuga, tomate, cebolla caramelizada, queso cheddar y bacon dentro de un sabroso mollete de pan rústico (sin gluten).
No nos olvidamos de las croquetas, ¿qué te creías? Hay tres versiones, cada una acompañada de una salsa diferente: croqueta de boletus con mayonesa trufada, de chipirón con alioli y de jamón con pisto. Si quieres probar sabores distintos, tienes la posibilidad de pedirlas en media ración, al igual que pasa con otros platillos como la ensaladilla rusa, la tabla de quesos o el jamón ibérico.
Si decides culminar tu paso por LaLina con un postre, vas a felicitarte por la decisión. Su Lemon Pie (base de galleta, crema pastelera con leche condensada y merengue por encima), así como el Coulant con corazón de Nocilla blanca y helado de vainilla Bourbon son de notaza. ¿Quién iba a imaginar que un sitio consagrado a las raciones y platos más castizos iba a tener postres de tal nivel?
La felicidad es total cuando pedimos la cuenta y nos llega el ticket a la mesa: 20€ de media por cabeza. No pensábamos que estos precios fueran posibles ya, pero sí, Lalina logra el justo equilibrio entre calidad y buenos precios; algo que muchos otros bares han dejado de practicar.
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