La familia gastronómica de Mama Campo sigue creciendo en el barrio de Chamberí. Primero fue el colmado, una tienda de barrio en la que solo hay productos ecológicos. Después el restaurante, un concepto más formal con una carta sana, de temporada y elaborada con el género de la tienda. Y lo último en llegar es La Cantina, una taberna castiza, con sus tapas, sus raciones y su vermut de grifo, tan ecológica y saludable como el resto de miembros de la familia.
Está situada junto al restaurante, en la plaza de Olavide, y cuenta con una amplia terraza, genial para el tapeo en temporada de buen tiempo. Lo sorprendente es que su carta se aleja totalmente de cualquier cliché gastronómico sobre lo ecológico, muchas veces confundido con lo vegetariano o lo vegano, para normalizarlo y acercarlo a todo el mundo. Y lo consigue a base de ingredientes frescos y sostenibes y recetas muy castizas, versionadas por el chef Estefan del Río. Todo esto, además, a precios de bar de barrio.
En La Cantina de Mama Campo hay patatas bravas, elaboradas en un curioso formato milhojas, sabrosas y muy bien cocinadas; hay boquerones en vinagre, marinados y servidos con patatas fritas extra gruesas de Rubio; hay gazpacho de remolacha y tomate; hay huevos, que no están rotos, pero sí cocinados a baja temperatura, con crema de porrusalda y picadillo casero de presa. Por haber, hay hasta molletes -los de aquí son de atún, con aguacate y wasabi- y montaditos de un jugoso barbuquejo -con carne de cerdo y un toque oriental con más de 20 especias. De postre, sí o sí, chocoyogur, una crema dulzona y deliciosa de chocolate blanco y yogur, o las tartas de Home Cake.
Y de acompañamiento, también bebidas ecológicas, desde refrescos a cervezas, pasando por café, vino, copas y mojitos. Comparten estantería con otras bebidas de proximidad, como el vermú de grifo de Madrid, o licores singulares como el vino ‘supurao’, una especie de mosto que se hace en La Rioja. Pero que nadie se lleve las manos a la cabeza: no faltan las bebidas y refrescos tradicionales, porque lo que no quieren es ser excluyentes con sus clientes en ningún caso.
La conciencia eco está presente también en la decoración, una firme apuesta por el blanco y la reutilización de materiales -casi todos procedentes del antiguo local-, resultado del trabajo de los hermanos interioristas Jacobo y Bruno Gavira, que han dado una nueva vida a este espacio en el que la filosofía ecológica no está reñida con lo asequible ni con lo sabroso. Con La Cantina de Mama Campo se acabaron los clichés.
* Fotos Alfonso Ondarroa