Il Tavolo Verde podría ser una trastienda, pero no lo es. Podría ser la despensa y almacén de un pastelero, pero tampoco. ¿Tal vez un estudio de interiorismo? No del todo. Es complejo tratar de describir un lugar que aúna tantas cosas buenas y que supone, en sí, una experiencia global para los cinco sentidos. Organic cafe and anticmarket. Son las palabras que han utilizado Leo y Martina, sus propietarios, para describir un proyecto de vida, un pop up permanente que pone en común el diseño, el arte y la gastronomía a partes iguales.
Aquí cada objeto tiene sentido y cuenta algo que va más allá de lo material. Van en su furgoneta de feria en feria comprando por feeling, en base a lo que les transmiten las piezas que exponen. En Il Tavolo Verde todo se compra y se vende, a modo de galería, con la certeza de que es único: espejos de mercurio, vajillas de porcelana, ollas de la abuela, estrellas amish, divanes, espectaculares tejidos, juguetes de madera… Leo y Martina van descargando su mercancía en cada ida y venida en la calle Villalar y la van acomodando no en fríos stands bajo luz de halógeno y con etiqueta de precio, sino como si de su casa se tratase. De hecho, los niños juegan sobre un antiguo caballito balancín y pintan sobre mesas recicladas mientras uno echa un vistazo a las flores Fransen et Lafite, piezas de Nkuku, House Doctor o de cualquier anónimo que nunca habría imaginado ver sus pertenenencias equiparadas a una obra de arte.
El propio local era el taller y vivienda de un broncista. Han hecho labor de arqueología rescatando del pasado todo lo que el espacio tenía que decir. Cada día encontraban una sorpresa en cada estancia, un antiquísimo papel decorativo, una pared de ladrillo visto… Detalles que han ido conformando, sin saberlo, este espacio tan respetuoso con la naturaleza y con las personas que forman parte de ella. Por eso el nombre, Il Tavolo Verde, tampoco es casual. ‘La mesa verde’ y, sobre ella, en un primer espacio que da una acogedora bienvenida al resto del local, la cocina saludable de Martina con ingredientes ecológicos de los huertos familiares de Guadalajara que se degustan en ensaladas de brotes con mango y aguacate, tartaletas de queso ricota y tomates, o una deliciosa quiche de espinacas. Mientras, en el horno, se cuece el pan de masa madre del maestro Javier Marca (Panic) y, bajo campanas de cristal que una vez fueron lámparas, nos esperan una tarta de zanahoria de diez y tentadores bizcochos (magníficos la szarlotka de manzana y el bundt de chocolate y plátano) en compañía de los tés de Les Jardins de Gaia, una marca que nace de un precioso proyecto de arquitectura sostenible. Los zumos naturales antioxidantes de naranja y zanahoria o los refrescos de Galvanina, una de las más destacadas aguas del mundo, también son un buen complemento. Las mejores esencias vienen en dosis pequeñas. Así es Il Tavolo Verde, un pequeño continente para un sinfín de sensaciones. Las de Leo y Martina, las de sus objetos y las nuestras al descubrirlos.
*fotos: Alber Sánchez