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‘Cuatro Gatos’, tapas, cervezas y cultura junto a la Plaza Mayor

Maria G. Aguado

En la madrileña calle Salvador, muy cerca de la Plaza Mayor, un bar de amplios ventanales llama poderosamente la atención. Al mirar a través de ellos, una barra con unos 40 tipos de cerveza, una cocina sencilla y sorprendente y un amor por la cultura que se manifiesta cada mes en su planta baja, atraen como un imán a quienes buscan algo diferente. Este era el sueño de Cédric y Héctor, un parisino de los pies a la cabeza, amante y buen conocedor de la cerveza, y un segoviano curtido tras la barra del bar y conocedor de las corrientes londinenses. Y el sueño ha tomado forma en Cuatro Gatos, una acogedora taberna abierta a todo y a todos.

A priori, las cervezas son el punto fuerte, y es que tener más de 30 tipos internacionales, más una selección de artesanales en un sólo bar, ya es reseñable. Sólo con ver cómo las tiran, es suficiente para darse cuenta de que conocen la temperatura ideal de cada una, la presión y el maridaje perfecto. Pero cuando sale la comida, es otro cantar, las cervezas, sin duda, comparten trono en este bar.

CUATRO GATOS bocata de calamares en pan negro

Cocina que parte de la tradición y sube, sin artificios, a creaciones más contemporáneas, pero con ese sabor de siempre, de aquí y de allá. Es imprescindible probar el bocata de calamares, castizo donde los haya, con un rebozado fino y crujiente y un producto sabroso en pan negro ligero de tinta de calamar que realza su sabor sin excederse, y también el steak tartar con mostaza suave, fresco, con todo su sabor. El vasito de salmorejo abre el apetito como aperitivo, igual que el ceviche de mejillones, perfecto también con los cócteles. El de corvina con mango y cítricos está hecho para compartir –otra cosa es que quieras hacerlo– y como plato fuerte, la amplia variedad de tostas y su hamburguesa Cuatro Gatos, que cambia cada cierto tiempo sus ingredientes, manteniendo siempre como protagonista una más que impecable carne de buey. La tabla de embutidos –chorizo, salchichón y cecina con una salsa de salmorejo– y la de quesos –nacionales e internacionales con mermelada de fruta, pasas, nueces y uvas– son las grandes apuestas del picoteo, aunque aquí la idea es compartir y probarlo todo. Una carta moderada y rica que se asegura un producto de primera y una elaboración cuidada.

Por si esto no fuera aval suficiente, cuentan con una planta inferior dedicada a la cultura. Junto a la barra de cerveza –no podía faltar–, una pequeña biblioteca dispuesta para que quien quiera se lleve libros a placer y en la pared de enfrente, a modo de lienzo en blanco, se hacen exposiciones temporales. Por todo el salón hay sofás, sillas y mesas bajas para disfrutar de los conciertos en directo y de los deportes en pantalla gigante. Y, de vez en cuando, una cata de cervezas que en ocasiones cuenta con el imponente Jose Luis Ramírez, maestro cervecero y creador de la mítica cervecería Oldenburg, la primera que se atrevió con cervezas del mundo en Madrid, allá por los 70.

En Cuatro Gatos todo está hecho con mimo; aquí no hay tiempos ni turnos ni prisa ninguna. Es un sitio para disfrutar sin reloj, así lo quisieron ellos, y quién se va a atrever a rebatirles.

 

* Fotos Paco Montanet

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