Puede que su exterior, con un escaparate discreto y un letrero de otra época, no grite alto y claro que lo que vamos a encontrar dentro son productos gourmet de primera calidad, pero sí es el espejo del alma de Quiroga. Y es que este colmado guarda en sus paredes más de medio siglo de historia, que ahora se actualiza para ofrecer, en plena calle Huertas, un lugar donde comer a cualquier hora del día y comprar productos excelentes, demostrando que las apariencias engañan y que en el Barrio de las Letras todavía podemos encontrar un sitio diferente.
Tantos años, 58 concretamente, han curtido a este local. Siempre fue un colmado de barrio, hasta que los dueños actuales, amantes de los muebles y restauradores por vocación, decidieron materializar allí su pasión y montaron una tienda de muebles, Erre & Emme, que aún hoy se conserva en la planta subterránea del local. Pero debe ser que la historia pesa, porque vieron las posibilidades de Quiroga y decidieron devolverle su función inicial, pero actualizada. Así que hoy, encontramos un colmado con productos selectos, una bodega discreta y cuidada, una selección de mermeladas caseras, chocolates y otros dulces, conservas, aceites y aperitivos de primera, una cámara con charcutería de calidad y los reyes de la casa, los quesos, españoles, italianos, ingleses… Todo está dispuesto para darse un capricho en casa o allí mismo, porque todos estos productos también se pueden degustar servidos en barra y en mesa.
A la hora de probar, la charcutería manda, y es que la mortadela trufada ha conquistado casi a tantos paladares como los ibéricos y las tablas de quesos. Pero también las conservas de pescado, la mojama, los corazones de alcachofa o los ahumados de caballa son una opción perfecta para un picoteo distendido. Si después apetece algo más, pasamos a otro de los platos estrella, las tostas. La de setas, ajo, aceite y queso parmesano sobre un pan crujiente y contundente como los de antes es una gran opción, aunque también podemos decantarnos por la de t
, o por la de anchoas de Santoña sobre tomate natural. La opción más contundente son los callos a la madrileña y la carrillada de buey, que ya son palabras mayores. Si después pides postre –la cuajada, el flan, alguno de sus helados o el arroz con leche– corres el peligro de acabar yendo a la estantería y coger alguno para llevar. Para acompañar, unas cañas o alguno de los vinos de su bodega.El espacio es agradable y acogedor, será por el aire vintage, por la atmósfera propia del sitio y por la que han sabido crear con gusto los restauradores de muebles y ahora taberneros. Está abierto todo el día para servir desde los desayunos hasta los últimos vinos de la noche. Para los primeros, elige una tostada con lo que quieras de su charcutería o con su selección de mermeladas artesanas. Y para lo demás, ahí tienes la carta y el producto, escoge y descuida, que de la calidad ya se encargan ellos.
* Fotos Paco Montanet