Conde Duque está en plena ebullición. Lo evidencian las continuas aperturas de la zona, pero también en los bares de toda la vida que cobran una segunda vida gracias a nuevos y entusiastas propietarios. Es el caso de Casa Filete, ahora gestionado por Chema García (ex del Nasti de Malasaña) y sus tres socios, que llegan al lengedario Bar Recio para revindicar la calidez del bar de barrio y los platos bien hechos, e incorporando nuevas actividades como exposiciones o encuentros culturales.
El alicatado, las molduras de escayola del techo o el suelo de terrazo de la entrada nos recuerdan el look original del local (en el interior se conserva el cartel del Recio), pero tras un lavado de cara a cargo de Jota Team y el asesoramiento de peSeta, el ambiente ahora oscila entre lo hogareño y el típico bar de los sesenta. El menú sigue la misma línea, y es que Jorge Peregrín, su cocinero, quiere rescatar los sabores de la abuela, los aliños clásicos y las recetas caseras. Bien lo saben quienes llegan a tiempo para tomar sus croquetas de jamón y pollo, con pronunciado sabor a canela (las prepara los lunes, miércoles y viernes, y se acaban rápido), los amantes de las patatas bravas cuya salsa no sale de un bote, o aquellos que nunca han probado un ajoaceite de verdad, trabajado en mortero. Pero si por algo se están popularizando es por sus filetes rusos, la especialidad de la casa, recién moldeados, enharinados y fritos; perfectos para compartir, y si es con unas cañas, mejor.
Uno viene igualmente a tomar el menú del día –un plato único que cambia diariamente y que está condicionado por la temporada (eso sí, el cocido de los miércoles se mantendrá siempre), con bebida y postres tan caseros como clásicos (crema catalana, arroz con leche o mango con yogur)–, a la hora de la merienda –para tomar bocadillos de Nocilla o tostadas con aceite y azúcar– o a la hora del vermut (de grifo) –los fines de semana, siempre acompañado de una tapa de migas–. Son nuevas propuestas que atraen a nuevos clientes y que ahora comparten barra con los veteranos del bar, ya sea a la hora tomar el café con churros del desayuno, el pincho de tortilla de las 12 de la mañana o las primeras copas de la noche. Y con precios en consonancia, como los de un bar de barrio, de los de siempre.
* Fotos Alfonso Ondarroa