Lo que empezó como una pastelería especializada en yemas –las famosas de Santa Teresa– en Ávila allá por 1860, se ha convertido hoy en un refugio para los amantes de la comida tradicional, tanto para los que no tienen tiempo de cocinar pero buscan platos de toda la vida, como para aquellos obligados a comer fuera de casa que huyen de las comidas copiosas. En plena calle Ponzano, centro neurálgico de nuevas propuestas gastronómicas, Santa Teresa se alza como la alternativa saludable y casera desde el desayuno a la hora de la cena, pasando por el afterwork.
A la hora de cocinar, siguen una filosofía muy clara: ‘somos lo que comemos’. Por eso, Santa Teresa sigue recetas caseras y utiliza ingredientes naturales en sus platos. Para abrir boca, el hummus compite con las tradicionales croquetas de jamón ibérico, de bacalao, espinacas, hongos o Cabrales, y con los ibéricos. Pero lo que realmente triunfa en su carta es el gazpacho de tomates raf y el de arándanos, el salmorejo y las cremas según la época del año. De segundo, guisos de abuela, como se suele decir, pero equilibrados y en raciones aptas para continuar la jornada. Es imprescindible pedir el estofado de ternera, a base de carne jugosa sobre un timbal de puré de patata casero (nada de copos de patata). El pastel de cabracho y el bacalao con tomate casero son, junto al rabo de toro, otras de sus recetas más especiales, quizá porque no hay artificio y son lo más parecido a lo que un cocinero amante de la tradición cocinaría en su casa.
Entre semana ofrecen tres menús: el light –a base de ensaladas, gazpachos y cremas–, el 100% Santa Teresa –con los platos más icónicos de la casa– y el tradicional –que incluye platos clásicos como la fabada o las lentejas–. También cuentan con la opción rápida de las tostas y ensaladas como una alternativa más fresca. Y ya que Santa Teresa comenzó siendo una pastelería, imprescindible no saltarse el postre. Por supuesto, no faltan sus famosas yemas, aunque el membrillo es otro de sus productos estrella, con el que hacen una tarta de queso cremosa con una lámina fina de este producto por encima que dista mucho de las tartas convencionales. Y para terminar o para disfrutar de un afterwork como se estila en la zona, Santa Teresa tiene una selección de cócteles propios elaborados con sus gazpachos, así que como es de esperar, el Bloody Mary es el rey.
Todos los platos se pueden degustar en el acogedor salón de ladrillo visto envejecido con mesas de madera y bancos corridos. Un espacio con cierto aire vintage y un toque industrial diseñado por el arquitecto e interiorista Rubén Burón. Él ha conseguido crear un ambiente cálido y a la vez dinámico, ya que además de restaurante, es tienda gourmet, donde se venden todos sus productos –incluidos los platos de la carta– en un formato take away que garantiza una materia prima de primera calidad, productos saludables y cien por cien naturales para que comas como en casa.
* Fotos Paco Montanet