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‘La Traviesa de Conde Duque’, el arquibar

Martín López

Es un concepto totalmente nuevo en la ciudad, el ‘arquibar’: un café-bar en el interior de un estudio de arquitectura. Y lo encontramos en La Traviesa de Conde Duque, el lugar de trabajo de las arquitectas Elisa Fernández y Ana Cabellos, en cuya planta baja han montando un coqueto salón en el que, cada tarde, deleitan a vecinos y amigos con suculentos platos, excelente repostería casera, buen café (servido en tazas vintage de porcelana y loza), vinos escogidos y cócteles servidos con esmero. Algo así como la versión informal y castiza de los salones de té británicos, y con vocación multiusos (es escenario para conciertos, sesiones de gin & manicure, celebraciones y cenas privadas…).

La idea surgió a raíz de las continuas confusiones que su local generaba entre los transeúntes de la zona que, atraídos por los luminosos ventanales e interiores de madera blanca, entraban buscando una mesa donde sentarse y tomar algo. Una constante que terminó por animarles a abrir las puertas del estudio, y dividir así su tiempo entre los trabajos de arquitectura y diseño, a los que dedican las mañanas, y atender al público que durante las tardes y fines de semana visita el ‘arquibar’.

Café bar La Traviesa de Conde Duque

Para un lugar tan poco convencional han buscado una singular oferta gastronómica basada fundamentalmente en platos mediterráneos con un apreciable punto creativo. Las señas de identidad de su carta: productos muy frescos, sabores muy nítidos y originales combinaciones en sus creaciones, como comprobamos en sus ensaladas, lasagnas o calzones, cuya receta varía cada día en función de las compras hechas esa misma mañana en el mercado. Propuestas con la que elaborar una sugerente cena a medida. Las dimensiones del local obligan a reservar y, de paso, elegir el menú que queremos tomar por la noche.

La Traviesa también el lugar idóneo para comenzar el fin de semana con un buen desayuno o brunch y, por qué no, para iniciar la ruta por Malasaña y aledaños con las primeras copas. Para ambos casos, una misma e infalible banda sonora: melodías pizarras de los años 20 y 30; uno más de los detalles que hacen de este espacio una de las propuestas más particulares y sugerentes de la capital.

*fotos: Yaiza Velázquez / Alber Sánchez

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