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‘Fábrica Maravillas’, cerveza malasañera

Martín López

Que nadie se equivoque. El consumo de cerveza artesanal no es nuevo en Madrid, donde a principios del siglo XIX ya era habitual que algunos bares elaboraran la cerveza que servían a sus clientes. Es cierto que se trataba de una práctica minoritaria, pero el clima seco y soleado de la región y la calidad del agua -valores que afortunadamente aún conservamos- permitían ya por aquel entonces la producción de  una cerveza más que estimable. Dos siglos más tarde, seis vecinos del barrio de Malasaña (antes de los años 80 conocido como también como barrio Maravillas) se han propuesto recuperar esta forma de hacer -y entender- la cerveza, de forma artesanal (sin filtrar ni pasteurizar) y con espíritu local. Su lema: ‘Bebe local, vive genial’.

Así, tras años de formación y experimentación en búsqueda de las fórmulas más adecuadas para el paladar de los madrileños, presentan Fábrica Maravillas, una brewery donde producen y envasan su propia cerveza, en la que también han hecho sitio para una sala de degustación, con barra y algunas mesas altas, para que el público pueda tomarla in situ. De sus tanques de acero, sabiamente integrados en la escenografía del local (obra de los interioristas Tamara Pintado, una de las socias de la microfábrica, y Alessandro Masi), salen seis tipos de cerveza con las que sus autores pretenden llegar a todo tipo de público. Desde el más entendido en la materia, para el que ofrecen cervezas tipo Saison, Pale Ale o Stout, hasta los que prefieren su versión más convencional, para los que recomiendan la Malasaña Ale, una rubia inspirada en el barrio, ligera y de baja fermentación. Cada semana, además, su catálogo se amplía con nuevas fórmulas que producen de forma limitada para testear entre sus habituales. A la postre, para estos, una razón más para obligarse a visitar la fábrica.

Cerveza artesanal en la Fábrica Maravillas

No falta el aperitivo, que varía en función de la cerveza elegida: patatas fritas, almendras, dátiles… y hasta chocolate negro, para armonizar con la Imperial Stout, una negra muy maltosa que contiene una leve nota de cacao, caramelo y nuez. Y para los que no les gusta la cerveza -que los hay- o no pueden tomar alcohol, una única alternativa, también con el sello Fábrica Maravillas: soda, de gengibre y vainilla, o de limón. Las dos sorprendentes, por lo que no nos extrañaría que acaben comercializándose fuera del local, tal y como ha ocurrido con su cerveza que ya puede adquirirse en otros bares (Irreale, Martínez Bar) y tiendas (Cervezorama) de la zona.

*fotos: Bruno Rascão

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