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‘La Taberna del Chato’, delicias en miniatura

Martín López

Llega un nuevo espacio donde practicar el ejercicio español por antonomasia, el tapeo. Una taberna que concibe las tapas como pequeñas obras de arte, de cuidada presentación, aunque en este caso, ideadas para compartir entre dos y servidas en vasos de chato de vino, de ahí el nombre de Taberna del Chato. Al frente de ella, Ignacio Sánchez-Sicilia, quien dejó el mundo de la banca para dedicarse a su gran pasión, la gastronomía, sector en el que ha querido presentarse con una propuesta ingeniosa, asequible y, aunque parezca difícil, de notable calidad. Por ello se ha recorrido buena parte de la geografía española, buscando los mejores proveedores y recopilando ideas para las recetas que ahora practica en su propio establecimiento en pleno corazón de Madrid, a medio camino entre la Puerta del Sol y el barrio de las Letras.

Nada más entrar en el local los ojos se van tras las delicias en miniatura que lucen en la barra: chatos de inspiración mediterránea (salmorejo, paté de perdiz con tostaditas, melva canutera con tomate y cebolleta) o que optan por la fusión (pollo crujiente o al curri, steak tartar de bonito con algas, solomillo teriyaki) y montaditos (minihamburguesas o cecina con picadillo, riquísimo este último). Variedad de opciones pensadas para una clientela aficionada a sustituir cenas formales por el picoteo, que también se puede completar con algunas de las raciones y platos que figuran en la pizarra (huevos con jamón ibérico, bacalao de Barbate con salmorejo o pulpo a la brasa) y las sugerencias que se añaden cada día. La elección va a ser complicada.

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Para pasar el trago, una oferta de vinos breve pero bien escogida, o cañas de cerveza, que nunca fallan y llegan a la barra acompañadas de unas insuperables patatas fritas artesanas, el mejor entretiempo mientras llega la comanda. Aunque en la Taberna del Chato también hay lugar para los cócteles,  para los que el anfitrión también demuestra muy buena mano (mojito de naranja y coco o el grosshopper, con crema de menta, cacao y nata, entre sus especialidades); y deliciosos postres para los que quieran rematar en dulce; en ese caso, un chato de brownie con nata de Baileys. Por lo demás, abiente amable, campechano, y trato excelente. Imposible ofrecer más por menos.

*fotos: Sr. Maru

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