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Tom Graham, un artista del ‘lettering’ y los rótulos pintados a mano

María Arranz

 

Si alguna vez has caminado por Malasaña fijándote en los letreros de sus bares y comercios, entonces seguro que te has topado con el trabajo de Tom Graham, también conocido como Freehand, ya que así es como se llama su taller de lettering y rotulación ubicado en la calle Tesoro, desde donde este artesano inglés fabrica carteles rotulados 100% a mano.  

Tom Graham-cisnesTom llegó a España hace unos 20 años desde su Bournemouth natal gracias a la que hoy es su esposa, Sara. Cuenta que la primera vez que vino a verla a Madrid, se enamoró de la ciudad, así que no se lo pensó dos veces y decidió quedarse. Aunque lo de la rotulación y los carteles le viene de familia –su abuelo también fue rotulista y su padre diseñador gráfico, allá por los años 60, lo que explica que Tom supiera que quería dedicarse a rotular desde que tenía 12 años–, comenzó su carrera en un pub irlandés cuando, al descubrir su talento con el dibujo y las letras hechas a mano, el dueño del local le pidió que dejara de tirar pintas de Guinness y se pusiera a pintar el bar.

Se formó como lo hacían tradicionalmente muchos artesanos: pidiéndole a alguien que conocía el oficio y se dedicaba a él que le enseñara. A fuerza de mucho practicar, aprendió tipografía, hasta que el dueño del taller de rotulación de quien estaba aprendiendo la profesión, decidió cogerle como aprendiz. A partir de ahí fue conociendo todos los secretos del oficio: los materiales, las técnicas, el trabajo de carpintería y con metal, el diseño, la instalación…

Tom Graham-The Passenger1Tom afirma que, a la hora de crear un cartel, primero hay que entenderlo de forma global. Hay que pensar cada palabra, la tipografía, el tamaño y el color que van mejor con lo que se quiere transmitir. Es decir, hay que entender el concepto antes de plasmarlo sobre un soporte físico; éste debe ser tan importante como la ejecución, o incluso más. ‘Hacerlo todo a mano, te obliga a pensar antes de empezar a dibujar, a decidir cómo quieres transmitir la idea que debe reflejarse en el cartel’. La parte técnica –proporción y altura de las letras, espacio entre cada una de ellas, legibilidad– debe ser perfecta; todos esos pequeños detalles, que quizá no apreciemos a primera vista, son los que hacen que un cartel pueda convertirse en una verdadera obra de arte. Aún así, más que un artista como tal, Tom prefiere considerarse a sí mismo como un artista comercial o un artesano

Tom Graham-Handy ManLos materiales con los que suelen trabajar en el taller de Freehand son la madera, el cristal, el metal y, a veces, el metacrilato y el vinilo; para darles color utilizan esmaltes, acrílicos y, para los encargos más especiales, pan de oro. En su taller, cuenta con un par de manos más aparte de las suyas, las de su ayudante Brent, al que a su vez está formando, y que entiende a la perfección la forma de trabajar que tiene Tom. Aunque hay carteles suyos por todo Madrid, la gran mayoría de los que ha hecho se concentran en la zona de Malasaña, donde en los últimos años han abierto multitud de negocios que valoran la creatividad, la originalidad y el trabajo artesano de este tipo de piezas. Rughara, el Ojalá, el bar Corazón, Levadura Madre, Bocadillo de Jamón y Champán, Nest, The Passenger, Burnout o Casa Baranda son sólo algunos de los rótulos que llevan la firma de Tom. 

De momento, Freehand Lettering and Art no tiene página web porque, dicen, no han tenido tiempo de ponerse a ello –aunque planean hacerlo–, pero sí un Instagram donde se pueden muchos de sus trabajos. Aunque lo cierto es que no hay mejor manera de apreciarlos que en vivo y en directo, paseando por las calles de Madrid. 

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